Paso a paso.

Inspirado por el profesor Carrasco y su exposición sobre la forma en que las personas no videntes se mueven en el mundo utilizando obstáculos para recordar y reconocer el camino, me propuse utilizar el metro de Madrid por primera vez desde mi fractura.

Al llegar a la estación de Manuel Becerra (sin muletas me tomaba menos de cinco minutos llegar, hoy me ha tomado veinte) y ver las gradas interminables (sin ningún elevador cerca) me sentí otra vez como James Stewart en Vertigo. De inmediato llamé un Uber.

Quizás en otra ocasión.

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