En complicidad con un monstruo.

 


testigo

De testiguar.

1. m. y f. Persona que da testimonio de algo, o lo atestigua.

2. m. y f. Persona que presencia o adquiere directo y verdadero conocimiento de algo.

3. m. Cosa, aunque sea inanimada, por la cual se arguye o infiere la verdad de un hecho.

espectador, ra

Del lat. spectātor, -ōris.

1. adj. Que mira con atención un objeto.

2. adj. Que asiste a un espectáculo público. 



A pesar de que acabo de ver al protagonista cocinar y devorar un corazón humano, no puedo parar de ver Dahmer – Monster: The Jeffrey Dahmer Story. Mi estómago y mi esófago que comenzaba a contraerse y estirarse me imploraban que dejara en paz el show y que viera algo menos grotesco. Mis manos automáticamente se posicionaron sobre mis ojos, para rescatarme del espectáculo tan inhumano. Mi corazón se rompió sabiendo que el órgano devorado por el salvaje asesino en serie del programa, pertenecía a un joven negro sordomudo, que confió en alguien por que no podía no confiar, por que su gentileza se lo impedía.


En mi mente, sin embargo, se peleaban dos líneas de pensamiento. La primera, la lógica de un crítico de arte que ha visto “cosas peores” en cine, teatro y televisión (Salò, de Pasolini es de mis películas de comfort, la veo cada vez que puedo) que entendía que lo que estaba viendo era a un actor, Evan Peters, meterse bajo la piel de alguien que la misma serie no termina de entender. A ese Jeffrey Dahmer repulsivo y atractivo en medidas iguales, alguien que la historia se encargó de ver como irredimible. Y no sin razón.


Entre 1978 y 1991, Dahmer, conocido también como el Caníbal de Milwaukee asesinó a diecisiete adolescentes y adultos, utilizando tortura y prácticas necrofílicas y canibalescas para saciar fines que la mayoría de nosotros nunca podremos entender. Cómo crítico y según yo, como espectador, devoraba la serie de televisión para sentirme parte del zeitgeist (sin mencionar que Netflix ha perfeccionado la fórmula que hace casi imposible dejar de ver sus programas, casi nunca me puedo resistir a la invitación de “the next episode will begin in 10, 9, 8…”) para entender de que hablaba la gente en Twitter, para sentirme incluído en la conversación cultural (a pesar de que nunca comenté nada en redes sociales sobre Monster).


Mi cerebro de crítico, sin embargo, no ha podido conciliar el dolor que siento en el pecho al sentirme identificado con las víctimas de Dahmer, que en su mayoría eran hombres gay de color, muchos de ellos de familias inmigrantes, que sentían cierto tipo de logro al ser aceptados por un hombre blanco estadounidense. Muchas veces viendo el show me he puesto a pensar: ese podría haber sido yo.


Este dolor se amplifica sabiendo que muchos de los familiares de las víctimas de Dahmer, especialmente la familias afrodescendientes, se han pronunciado en contra de la serie, proclamando que los creadores y artistas involucrados, se están haciendo ricos a costa de su dolor, sin haber pedido permiso, explotando un duelo que para muchos de ellos no ha parado nunca.


Seré entonces yo un testigo y no un espectador de Dahmer – Monster: The Jeffrey Dahmer Story? De qué forma me convierto en cómplice de la forma en que la supremacía blanca se deleita en el dolor de los oprimidos? Será cierto lo que me dice mi lógica? Será cierto que no hago daño a nadie viendo un programa de ficción a pesar de que está inspirado en hechos reales?

Lo cierto es que por ahora se me ha quitado el apetito. Quizás mi sistema digestivo está tratando de darme la respuesta.



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